El amor de Roberto y Sonia era un amor que se desarrollaba con más intensidad en el interior de un centro comercial. No había mayor diversión que emplear las horas recorriendo sus pasillos y curioseando por los comercios. Era una de las cosas que dotaban de sentido a su vida. Una tarde de Sábado comenzaba en las tiendas donde probarse la ropa de moda o aquella que fuera a marcar tendencia en los próximos meses. El tiempo pasaba probándose pantalones, faldas, esos pañuelos tan chulos. La tarde podía continuar con alguna de las muchas tiendas de calzado. A Sonia le gustaban los zapatos de tacón alto y las medias de múltiples colores, pero estas no era posible probarlas, no se podían sacar del envoltorio. A Roberto también le interesaban las cámaras de fotos y los ordenadores. Tenían un mundo a su disposición.
Las tiendas del hogar se encontraban en el mismo pasillo, un poco más allá. A Sonia le chiflaban las alfombras gruesas donde sentir el calor y el mullido en los pies. Y ver camas bajas de matrimonio, conjuntadas con las cortinas y una cómoda con luces como las de los camerinos de los artistas. Porque Sonia en el fondo se sentía una artista. Entraban a la estancia cogidos de la mano y dejaban volar su imaginación. Tenían el futuro por delante.
También había tiendas especializadas en mobiliario de cocina y Sonia soñaba estar junto a una ventana que diera al jardín viendo los niños jugando en el césped y con un árbol del que colgara un columpio. Y en medio un amplio fogón desde donde llegar a todos los rincones sin apreturas.
Con la cabeza llena de sueños pasaban a la zona de bares y restaurantes. Tenían hambre y decidieron comer algo. Sabían que era un momento delicado. Debían esperar a que algún cliente se marchara y dejara algún resto de hamburguesa o de ensalada César que tanto le gustaba a Sonia. Salían sin precipitación para sentarse en su banco, lejos de las miradas inoportunas de los transeúntes. Ese día no tuvieron suerte. Un guardia jurado encontró a Roberto envolviendo un resto de entrecot de ternera en una servilleta y les invitó a salir del centro comercial. De vez en cuando ocurría. Ese día se habían sentido tan integrados como cualquier otra pareja normal. El guardia les acompañó hasta la salida y una vez traspasada la puerta automática de cristal y como afirmando su propio destino, Roberto pasó las manos por la cintura de Sonia y aproximando sus labios se fundieron en un largo y apasionado beso.
La fotografía es de Sway-Ploas
Las tiendas del hogar se encontraban en el mismo pasillo, un poco más allá. A Sonia le chiflaban las alfombras gruesas donde sentir el calor y el mullido en los pies. Y ver camas bajas de matrimonio, conjuntadas con las cortinas y una cómoda con luces como las de los camerinos de los artistas. Porque Sonia en el fondo se sentía una artista. Entraban a la estancia cogidos de la mano y dejaban volar su imaginación. Tenían el futuro por delante.
También había tiendas especializadas en mobiliario de cocina y Sonia soñaba estar junto a una ventana que diera al jardín viendo los niños jugando en el césped y con un árbol del que colgara un columpio. Y en medio un amplio fogón desde donde llegar a todos los rincones sin apreturas.
Con la cabeza llena de sueños pasaban a la zona de bares y restaurantes. Tenían hambre y decidieron comer algo. Sabían que era un momento delicado. Debían esperar a que algún cliente se marchara y dejara algún resto de hamburguesa o de ensalada César que tanto le gustaba a Sonia. Salían sin precipitación para sentarse en su banco, lejos de las miradas inoportunas de los transeúntes. Ese día no tuvieron suerte. Un guardia jurado encontró a Roberto envolviendo un resto de entrecot de ternera en una servilleta y les invitó a salir del centro comercial. De vez en cuando ocurría. Ese día se habían sentido tan integrados como cualquier otra pareja normal. El guardia les acompañó hasta la salida y una vez traspasada la puerta automática de cristal y como afirmando su propio destino, Roberto pasó las manos por la cintura de Sonia y aproximando sus labios se fundieron en un largo y apasionado beso.
La fotografía es de Sway-Ploas
26 comentarios:
Preciosa historia, aunque con un fondo muy triste. Algunos podemos hacer todo eso en un centro comercial y nos falta precisamente lo que tienen ellos...
La vida y sus paradojas.... Poético y cruel ¿ O debiera decir hiper realista?.... Besotes.
Joder, como duele...
Alimentarse de besos. Nos enseñaron que esto era una metáfora.
Buen día, Jaal.
La vida trae esos momentos difíciles de sobrellevar, al menos ellos dos que aman y se tienen uno al otro, en compañía todo es siempre mejor... hasta los malos momentos.
Un magnífico relato Jaal. Un besote :)
De todas formas, aunque sea una historia con trasfondo romántico, preferiría que lo que les sucede a estos chicos no sucediera en el mundo...lo que, lamentablemente, parece ser más utópico que Roberto o Sonia se consigan un poco de aquello que prefieren, día tras día, en el centro comercial. Saludos, Jaal, como siempre un excelente relato.
Y a mí que no me gustan las tiendas...,saludos
Con esta entrada queda demostrado que cuando disfrutamos del amor se puede hacer frente a cualquier situación por adversa que esta sea.
Me ha gustado como has presentado el escenario de la historia para dar el mazazo realista del final.
Besos de gofio.
Jaal: ¡Excelente texto! Primero sentí me conmoví, después me puse triste y finalmente me volví a conmover. Muy bueno! Un abrazo grande!
La vida es un juego de azar. Decía Shakespeare que tenemos que jugar con las cartas que nos tocan en cada momento...también yo en Madrid me he lavado el pelo en los toilettes del Cortes Inglés y he dormido en un sofá muy elegante del portal de una finca de la calle Serrano...hay que buscarse la vida como sea...
Qué duro...
Conmueve.
Un beso,Carmen
menos mal que hay cientos de centros comerciales
Ahora me explico porqué hay tanto paseante en los centros comerciales: unos ojean, otros prueban, otros comprar y algunos se besan.
Abrazos
Y yo que critico a los que comen en los super. :(
Joder no me esperaba el final; triste pero muy bueno. Desde luego en los centros comerciales ahora se ve de todo. Y como la cosa está tan jodida hay gente que se va a pasar la tarde viendo escaparates, pero luego entras a las tiendas y están vacías.
Un abrazo.
Espectacular, reúne todos los ingredientes para cocinar un texto que cala hondo. Y yo no lo encuentro triste, encuentro más tristeza en los compradores y comensales habituales de esos sitios.
Me descubro, un abrazo.
Cada cual cumple su sueño como puede y hasta donde le da.
Lo emocionante de estos personajes es que no renunciaron a sus ilusiones y las recrean a su modo.
Jaal, fuiste llevando muy bien el relato, con las descripciones iniciales, aparentemente frívolas o con intenciones consumistas, hasta ese final descarnado, en el que se manifiesta la verdadera realidad de Roberto y Sonia.
Me ha gustado mucho.
Un abrazo.
Una bonita historia que no por estar escrita no llega a ser verdadera en los tiempos que corren, eso si romantica seguro que es.
un abrazo
los malls y los centros abarrotados de compradores son una olla donde se cocina una cazuela muy especial
tu relato lo refleja y la historia que presenta es tierna y romántica
da para seguir
abrazos y feliz fin de semana
El post me ha encantado y el comentario de Clarodecir me ha fascinado, una persona fuerte y que tira para delante... Me gusta tu fuerza. El relato es precioso eh!
Besos
Dulce, duro, soñador y traumático, a veces, relato, Jaal. Excelente relato cuya imaginación real y ficticia se traslucen y mezclan en una sola ficción que despierte en los protagonistas aliento para amarse sin subterfugios, como pueden y como quieren, subidos en la nube de su compañía. Ese beso final es tan delicioso y tan despectivo hacia la sociedad encasillada como su proceder.
Espléndido.
Un gran saludo, Jaal.
Cuantos hay hoy en día y no solo parejas sino familias...
Pero Sonia y Roberto sabían utilizar la imaginación y eso les salvaba de la angustía durante unas horas....
Besos
Hola, Jaal.
La historia es preciosa pero el fondo es de una dureza que no te deja indiferente.
Pasean y hacen una vida aparentemente normal en un centro comercial pero llega el hachazo de la comida...
Me encantó.
Un abrazo.
Según leía iba pensando como hay tanta gente que disfruta de los centros comerciales, yo solo voy cuando tengo que comprar algo, no me gustan nada, no me gusta ir de compras, como hay gente que le saca jugo...
Y claro, es que en un centro comercial hay vidas y experiencia bien dispares.
Al paso que van las cosas no me extraña que historias como esta se repitan por doquier.
Buen relato, Jaal.
Escelente relato. Me encantan esos personajes y el escenario.
Now the global epidemic situation is fast. May the whole world be safe as well. Follow my articles. เราไม่ทิ้งกัน Click.
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