Durante
estos días y muy a mi pesar he tenido tiempo para leer. No es que haya estado
en la cárcel o de vacaciones. Ha habido momentos a lo largo del día que me han
permitido recuperar libros que tenía almacenando polvo en la estantería. Este tenía una gruesa capa adquirida durante años y es curioso
porque el autor es un viejo amigo.
De Orwell leí de joven lo que se suele leer, lo de la granja y ese otro de 1984. He de
reconocer que ambos me atraparon y me dejaron un recuerdo de persona próxima pero no había vuelto a asomarme a su mundo. Un
Viernes determinado tuve que salir corriendo de casa y pude agarrar el primero
que vi “Sin blanca en París y Londres” y es un libro que me llamó la atención
por esos intangibles que hacen grandes las cosas. Una de ellas es la mirada.
Porque Orwell tiene una forma de mirar a las personas y a las situaciones muy
particular. Se puede decir que es una forma fácilmente comprensible y sin
afectación lo cual agradezco. Y con un considerable sentido del humor.
Este libro
aunque figure como novela, realmente es una crónica de la pobreza y de la vida
de las personas que tienen empleos que no desea hacer nadie o directamente de aquellos
habituales de las casas de caridad y beneficencia y de sus precarias condiciones de vida. Porque se trata de
algo parecido a un peregrinaje hacia ninguna parte. Y
aunque la tesis que maneja el libro es desoladora con poco o ningún atisbo para
la esperanza, Orwell se acerca a esas personas intentando ponerse en su lugar,
intentando comprenderlas y aún intentando ser uno de ellos. Hacia el final del
libro incluso el propio autor considera que lo único que ha podido lograr es
una aproximación de todas esas gentes que viven en el arroyo y manifiesta su
interés de seguir profundizando en ese testimonio vital.
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Me iré
poniendo al corriente de todos vuestros blogs sin prisa, sin tardanza. Gracias
por pasaros por aquí.