miércoles, 25 de diciembre de 2013

Nochebuena





Guillermo entró en la habitación vacía. Dentro había una mesa y sobre la mesa un plato vacío. Junto a la mesa una silla. Guillermo entró y se sentó en la silla. Tensó su cuello y miró al plato que estaba sobre la mesa. Lo cierto es que pensó en todo el mundo. Pensó en los desarraigados de la Tierra, los que no tienen pan, ni casa, ni cariño, en todos aquellos que aparentemente no tienen nada que hacer. También pensó en aquellas familias unidas y a las que nada les falta. Pensó en los niños y en los mayores en los sanos y en los enfermos. Deseó no olvidarse de nadie. Los dibujó en su mente. Posteriormente se levantó. Apagó la luz. Cerró la puerta.

Feliz Navidad.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Wayne




John Wayne acabó bastante cansado de La Diligencia, de John Ford y decidió darse un respiro de su compañera Claire Trevor así que en una de las raras reposiciones que pusieron de la película  en el cine Benlliure de Madrid, decidió salir de la pantalla y darse un garbeo por la ciudad.  Salió a hurtadillas de la pantalla, se sacudió el polvo del camino de Monument Valley y se puso la ropa de paisano del chico que vendía palomitas en el cine y salió a la calle Alcalá. Aquello fue todo un descubrimiento, primero porque al salir a la calle comprendió que pese a pensar en inglés sureño la voz le seguía saliendo doblada y en castellano. Se resignó al cambio de voz y en la ciudad se encontró con un descubrimiento tras otro, conocía los coches de finales de los treinta y las diligencias del  siglo pasado, pero estos vehículos modernos eran completamente diferentes por no hablar de los teléfonos sin cables.

Decidió que esta era una época que merecía ser explorada. Le costó encontrar trabajo y acabó de portero en una discoteca para guiris de la Gran Vía. No había perdido el toque de humanidad ni tampoco la pegada. Afortunadamente no tuvo que aprender el manejo de armas blancas o de otras artes traídas de oriente y hechas para la fractura de huesos. Además mitigaba fácilmente su soledad con compañía femenina. Tenía facilidad con las chicas y a una novia le seguía otra y así. No era una vida fácil ni difícil, pero una vez hubo puesto orden en la puerta de la discoteca no se le ocurría otra ocupación u otra motivación. Echaba de menos su vida de galán de cine, sus martinis y esas cosas que hacen que la vida sea de otra manera. Ya había pasado un año desde que apareció por aquí.

Inquieto por naturaleza pensó que había llegado la hora de regresar, así que fue al cine Benlliure. Pero no es buena época para las películas ni para los cines. En lugar del cine se encontró una tienda de libros. No le importó demasiado, no era una persona que se dejara impresionar fácilmente. El interior de la librería era exactamente igual que la del cine pero sustituyendo butacas por estanterías. Al menos no lo habían convertido en otra tienda de ropa. Mientras rodaba La Diligencia había visto a John Ford leyendo un libro de un autor que por el apellido supuso que podría ser francés. Intentó recordarlo, recorrió todas las estanterías, tardó un día en ver el nombre del autor escrito en la solapa de un libro, Guy de Maupassant, tuvo suerte era, “Bola de sebo y otros relatos”. Se sentó en una de las butacas que había para que los clientes pudieran descansar u ojear algún texto. Comenzó por el relato que daba título a la colección para saber de qué iba y antes de que se quisiera dar cuenta ya lo había terminado de leer. No es un relato largo. Había un parecido evidente entre la película de la que se había escapado y ese relato. Se sorprendió al comprobar cómo Ford había podido transformar la feroz historia de los viajeros de una diligencia del siglo XIX durante la guerra franco-prusiana en una película del oeste, con indios y médico alcohólico. Wayne quiso comprobar cómo sería el equivalente a su novia Claire Trevor que en el relato era precisamente el personaje llamado Bola de Sebo o el suyo llamado Cornudet que era  revolucionario y azote de mentes conservadoras. Decidió que no le vendría mal irse a dar una vuelta por la Francia del siglo XIX acosada por los prusianos y por el hambre. Había llegado el momento de desentumecer músculos.



martes, 10 de diciembre de 2013

Mandela





"La pobreza no es natural, es creada por el hombre y puede superarse y erradicarse mediante acciones de los seres humanos. Y erradicar la pobreza no es un acto de caridad, es un acto de justicia"



martes, 3 de diciembre de 2013

Amor Eterno





Era difícil resistirse a sus encantos, más difícil era llevarla la contraria o manifestar un desacuerdo. A veces era un auténtico reto. Una tarde decidió que debíamos ir al cine a ver una de esas películas románticas que tanto la gustaban. Normalmente solo veíamos películas de este corte pero esta vez me negué, discutimos y ella se marchó. Entendí que era una cosa pasajera. Ese día me sobrevino un considerable dolor de cabeza acompañado de mareos que me impidieron caminar y salir de casa. Veinticuatro horas más tarde me recuperé y nos reconciliamos. 

Pasó un mes antes de negarme a ir a casa de sus familiares para celebrar un cumpleaños. Me aburren las reuniones familiares. Ella argumentó razones que a mí se me antojaban peregrinas, hasta que salieron a relucir reproches que venían del pasado. Me marché no tenía sentido otra discusión. Esa tarde tuve un violento dolor en el estómago. Medité sobre lo ocurrido. El dolor y la soledad pueden ser un bálsamo para reconocer errores propios o ajenos.

Unos días después volvimos a reafirmar nuestra relación. Le confesé lo que me había pasado, a lo que ella me contestó que debía haberla llamado, que no tenía sentido mantener el enfado más tiempo del necesario. Como si hubiera un tiempo necesario para cada enfado.

Pero lo cierto es que la rutina comenzaba a apoderarse de nuestras vidas y pensé seriamente en dejar nuestra relación. No era un capricho momentáneo es solo que esta vez la tentación de dejarlo era más fuerte. Pensaba que carecía de sentido seguir juntos y que no era necesario continuar. La decisión estaba tomada. Así que un Sábado por la tarde le conté lo que me rondaba por la cabeza, procuré ser lo más honesto posible. La escena fue menos dolorosa de lo que había imaginado, ella se lo tomó con cierta resignación. Nos despedimos. Realmente no había muchas cosas que nos unieran. 

Tres días después me desperté en la cama de un hospital. Me dijeron que había tenido un ataque y que llevaba un tiempo en observación, que había estado cerca de irme al otro barrio. Me hicieron todo tipo de análisis pero los resultados no evidenciaron anomalía que pudiera considerarse causa de este quebranto. Una tarde ella vino para interesarse por mi estado y también vino para que reconsiderase mi actitud, para que intentara comprender que todo había sido un arrebato pasajero y que debíamos reanudar nuestra relación. También me juró amor eterno.


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