miércoles, 25 de diciembre de 2013

Nochebuena





Guillermo entró en la habitación vacía. Dentro había una mesa y sobre la mesa un plato vacío. Junto a la mesa una silla. Guillermo entró y se sentó en la silla. Tensó su cuello y miró al plato que estaba sobre la mesa. Lo cierto es que pensó en todo el mundo. Pensó en los desarraigados de la Tierra, los que no tienen pan, ni casa, ni cariño, en todos aquellos que aparentemente no tienen nada que hacer. También pensó en aquellas familias unidas y a las que nada les falta. Pensó en los niños y en los mayores en los sanos y en los enfermos. Deseó no olvidarse de nadie. Los dibujó en su mente. Posteriormente se levantó. Apagó la luz. Cerró la puerta.

Feliz Navidad.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Wayne




John Wayne acabó bastante cansado de La Diligencia, de John Ford y decidió darse un respiro de su compañera Claire Trevor así que en una de las raras reposiciones que pusieron de la película  en el cine Benlliure de Madrid, decidió salir de la pantalla y darse un garbeo por la ciudad.  Salió a hurtadillas de la pantalla, se sacudió el polvo del camino de Monument Valley y se puso la ropa de paisano del chico que vendía palomitas en el cine y salió a la calle Alcalá. Aquello fue todo un descubrimiento, primero porque al salir a la calle comprendió que pese a pensar en inglés sureño la voz le seguía saliendo doblada y en castellano. Se resignó al cambio de voz y en la ciudad se encontró con un descubrimiento tras otro, conocía los coches de finales de los treinta y las diligencias del  siglo pasado, pero estos vehículos modernos eran completamente diferentes por no hablar de los teléfonos sin cables.

Decidió que esta era una época que merecía ser explorada. Le costó encontrar trabajo y acabó de portero en una discoteca para guiris de la Gran Vía. No había perdido el toque de humanidad ni tampoco la pegada. Afortunadamente no tuvo que aprender el manejo de armas blancas o de otras artes traídas de oriente y hechas para la fractura de huesos. Además mitigaba fácilmente su soledad con compañía femenina. Tenía facilidad con las chicas y a una novia le seguía otra y así. No era una vida fácil ni difícil, pero una vez hubo puesto orden en la puerta de la discoteca no se le ocurría otra ocupación u otra motivación. Echaba de menos su vida de galán de cine, sus martinis y esas cosas que hacen que la vida sea de otra manera. Ya había pasado un año desde que apareció por aquí.

Inquieto por naturaleza pensó que había llegado la hora de regresar, así que fue al cine Benlliure. Pero no es buena época para las películas ni para los cines. En lugar del cine se encontró una tienda de libros. No le importó demasiado, no era una persona que se dejara impresionar fácilmente. El interior de la librería era exactamente igual que la del cine pero sustituyendo butacas por estanterías. Al menos no lo habían convertido en otra tienda de ropa. Mientras rodaba La Diligencia había visto a John Ford leyendo un libro de un autor que por el apellido supuso que podría ser francés. Intentó recordarlo, recorrió todas las estanterías, tardó un día en ver el nombre del autor escrito en la solapa de un libro, Guy de Maupassant, tuvo suerte era, “Bola de sebo y otros relatos”. Se sentó en una de las butacas que había para que los clientes pudieran descansar u ojear algún texto. Comenzó por el relato que daba título a la colección para saber de qué iba y antes de que se quisiera dar cuenta ya lo había terminado de leer. No es un relato largo. Había un parecido evidente entre la película de la que se había escapado y ese relato. Se sorprendió al comprobar cómo Ford había podido transformar la feroz historia de los viajeros de una diligencia del siglo XIX durante la guerra franco-prusiana en una película del oeste, con indios y médico alcohólico. Wayne quiso comprobar cómo sería el equivalente a su novia Claire Trevor que en el relato era precisamente el personaje llamado Bola de Sebo o el suyo llamado Cornudet que era  revolucionario y azote de mentes conservadoras. Decidió que no le vendría mal irse a dar una vuelta por la Francia del siglo XIX acosada por los prusianos y por el hambre. Había llegado el momento de desentumecer músculos.



martes, 10 de diciembre de 2013

Mandela





"La pobreza no es natural, es creada por el hombre y puede superarse y erradicarse mediante acciones de los seres humanos. Y erradicar la pobreza no es un acto de caridad, es un acto de justicia"



martes, 3 de diciembre de 2013

Amor Eterno





Era difícil resistirse a sus encantos, más difícil era llevarla la contraria o manifestar un desacuerdo. A veces era un auténtico reto. Una tarde decidió que debíamos ir al cine a ver una de esas películas románticas que tanto la gustaban. Normalmente solo veíamos películas de este corte pero esta vez me negué, discutimos y ella se marchó. Entendí que era una cosa pasajera. Ese día me sobrevino un considerable dolor de cabeza acompañado de mareos que me impidieron caminar y salir de casa. Veinticuatro horas más tarde me recuperé y nos reconciliamos. 

Pasó un mes antes de negarme a ir a casa de sus familiares para celebrar un cumpleaños. Me aburren las reuniones familiares. Ella argumentó razones que a mí se me antojaban peregrinas, hasta que salieron a relucir reproches que venían del pasado. Me marché no tenía sentido otra discusión. Esa tarde tuve un violento dolor en el estómago. Medité sobre lo ocurrido. El dolor y la soledad pueden ser un bálsamo para reconocer errores propios o ajenos.

Unos días después volvimos a reafirmar nuestra relación. Le confesé lo que me había pasado, a lo que ella me contestó que debía haberla llamado, que no tenía sentido mantener el enfado más tiempo del necesario. Como si hubiera un tiempo necesario para cada enfado.

Pero lo cierto es que la rutina comenzaba a apoderarse de nuestras vidas y pensé seriamente en dejar nuestra relación. No era un capricho momentáneo es solo que esta vez la tentación de dejarlo era más fuerte. Pensaba que carecía de sentido seguir juntos y que no era necesario continuar. La decisión estaba tomada. Así que un Sábado por la tarde le conté lo que me rondaba por la cabeza, procuré ser lo más honesto posible. La escena fue menos dolorosa de lo que había imaginado, ella se lo tomó con cierta resignación. Nos despedimos. Realmente no había muchas cosas que nos unieran. 

Tres días después me desperté en la cama de un hospital. Me dijeron que había tenido un ataque y que llevaba un tiempo en observación, que había estado cerca de irme al otro barrio. Me hicieron todo tipo de análisis pero los resultados no evidenciaron anomalía que pudiera considerarse causa de este quebranto. Una tarde ella vino para interesarse por mi estado y también vino para que reconsiderase mi actitud, para que intentara comprender que todo había sido un arrebato pasajero y que debíamos reanudar nuestra relación. También me juró amor eterno.


lunes, 25 de noviembre de 2013

Una de Walter Benjamin





Albert quería superarlo. Quería leer aquel texto de Walter Benjamin cuyo tema sobre la cultura le apasionaba pero intuía que era un difícil compañero de viaje. Sabía dónde se encontraba exactamente el libro, sabía que estaba en una estantería en casa de su madre que él había dejado hacía unos años. Ocurre que cuando algún libro no le interesaba solía dejarlo en casa de su madre. No deja de ser una forma de deshacerse de ellos. Puede ocurrir que acaben en una fundación, pero eso pasa cuando uno es famoso y dan ayudas públicas. No es el caso y además una fundación no es nada más que otra forma de alargar la agonía de los libros y de las cosas.

Albert se concentró en Walter Benjamin y en el reto de leer ese libro. Los antecedentes en pequeño tonelaje, entiéndase artículos periodísticos, jugaban en contra. En algún momento, recordaba uno aparecido en el diario El País,  había estado a punto de comprender lo que decía. Comprender de principio a fin. Bueno, eso creía él. Pero en el último momento, en el momento en el que parece que solo faltaba extraer la conclusión, Walter escribía un último párrafo que descolocaba todo el conocimiento que con gran esfuerzo se había ido cimentando. La conclusión era una extraordinaria sensación de impotencia. Y así fueron las veces que lo había intentado.

El libro constaba de tres partes y el arranque fue, como siempre era, prometedor. Comenzaron a pasar ideas, conceptos de otra época contados morosamente, como en la época en la que el tiempo corría más despacio y el escritor, y el lector podía demorar el final de un silogismo y estaba muy bien hasta que dejado llevar por el torrente de palabras los primeros indicios de sopor se hicieron presentes. Y era extraño porque era primera hora de la mañana y había descansado bien, pero el ritmo de la prosa le hacía mecerse como en un soniquete de alta cultura. No obstante fue a la cocina y se preparó un café y luego otro y miró el reloj y siguió leyendo. Pero algo había cambiado en el ritmo de la prosa… o era el mismo. Difícil saberlo. Se esforzó por volver a encontrar la voz interna que había perdido y le pareció que como ejercicio musical era extraordinario, pero cuando finalmente logró terminar de leer el texto, se dio cuenta que dejándose llevar por el torrente de la prosa no había entendido nada de lo que el bueno de Walter había querido decir. Quizá la vocación oculta de Walter Benjamin fue la de músico.


martes, 19 de noviembre de 2013

Conducir





Llevaba conduciendo varias horas. Las cosas no iban bien. Debía llegar a mi destino antes de las siete de la tarde. Al principio fui por la autovía de dos carriles, ancha, irregular con bastantes curvas, no curvas cerradas pero curvas que me impedían relajar. Al principio puse la radio, estaban dando la noticias. Eran las noticias de siempre, cambiaban los nombres pero la temática era la misma, los mismos casos, las mismas injusticias. Al final venía las noticias de deportes. Luego un programa de opinión. Los programas de opinión me suelen aburrir y la consecuencia es el sopor y el sueño. Comencé a tener sueño. Cambié de emisora, puse otra donde emitían música. Me comí un caramelo y el tonillo de Lady Gaga me sacó del sopor pero solo por un momento. Era consciente que no había descansado bien y cuando soy consciente de que no descanso bien me suele dar sueño. Llámalo sugestión, llámalo cansancio. Paré en un bar de carretera junto al que se encontraba una residencia de ancianos y un puticlub. Tomé un café y me quedé observando a unos clientes mientras echaban una partida al tute. Pero no fumaban. Ya no dejan fumar en los bares.

Volví a subir al coche e intenté dormir un poco, pero debí haber intentado dormir antes y haber tomado el café después. Eché el respaldo del asiento para atrás y cerré los ojos. Un rato más tarde comprendí que era imposible dormir. Arranqué el coche, puse a los Radiohead y continué. Treinta kilómetros después tomé el desvío por una carretera secundaria, llana, bien asfaltada, con pueblos espaciados. Comencé a pensar en lo que tenía que hacer cuando llegara a mi destino. Hablar  con uno, luego con otro, en general eran rutinas que no me aportaban nada y que me suponían un esfuerzo y un considerable nerviosismo. Porque eran cosas que no quería hacer. En un tramo con curvas un coche bastante grande, negro y muy potente se puso detrás, pegado, sin guardar distancia de seguridad, apretando en la trazada. Porque no podía adelantar ya que había muchas curvas. Yo conocía la carretera y sabía que al final de esa cuesta, un poco más adelante, había una larga recta. Aceleré todo lo que pude pero sabía que sería adelantado fácilmente. Durante ese instante de impotencia, no sabría decir por qué, me vinieron a la cabeza muchas cosas que juntas me producían un tremendo malestar precisamente en ese momento, cosas de la vida, de cada día, quizá de la propia impotencia. No fue algo premeditado, no era algo que desde un principio pensara haber hecho, pero esa rabia que el mundo me producía durante un instante se concentró en mi cabeza e hizo, no se por qué, dar un volantazo a la izquierda en el momento en el que el coche me rebasaba e hizo que saliera fuera de la carretera, perder totalmente el equilibrio y dar varias vueltas de campana. Todavía no me explico lo que me pudo pasar, todavía no sé lo que les habrá ocurrido a los ocupantes del coche, ni cuantos eran.


martes, 12 de noviembre de 2013

Teorema





A Ender Gustavson le pagan por pensar. Su cerebro inventa relaciones que podrán ser aplicadas en cualquier rama de la técnica o de la ciencia. Aquella mañana andaba enredado en un teorema de teoría fractal y sorprendentemente encontró la solución en apenas dos semanas de profundo pensamiento. No se le pasó por alto el detalle de que esa solución que había nacido de la intuición debería ser demostrada. Pero esa noche se fue a dormir confiado en que había terminado la parte más laboriosa.

Al día siguiente se enfrascó en la tarea de confirmar la validez del teorema y comenzó según costumbre a definir supuestos y probarlos para ver si el razonamiento fallaba, en cuyo caso sería descartado. Cada intento lo escribía en papel que depositaba al albur sobre la mesa. Era de ver la materialización de sus pensamientos en forma de folios. Al principio de a poco y progresivamente aumentando en forma de estratos hasta unos niveles que ni siquiera  Gustavson acostumbrado como estaba al desorden pudo controlar. Lo que más le aterraba era la incapacidad que sentía de seguir la hilazón que le llevaba de un folio a otro, de un razonamiento a otro. Estaba perdido en su propio laberinto.

Unos días después intuyó que las partes de que estaba compuesta la solución ya las había analizado y  se encontraban allí, sobre esa masa ingente de  papeles y documentación, pero que al igual que le pasa al entomólogo que intuye la existencia de un insecto por determinados indicios, encontrarlo puede ser fruto tanto del empeño como de la casualidad. Entrevió que lo único que podía aportar era un amasijo de papeles desordenados de manera precisa, porque sabia que la solución participaba de la forma en que estuvieran colocados. Convino en que a veces la solución a determinados problemas implica un caos.


martes, 5 de noviembre de 2013

Sonidos de la ciudad





Hay noches en las que un ruido me sobresalta. Estoy dormido, acurrucado entre las sábanas y un sonido llega de la parte alta de la calle,  “ploom”. Un poco más tarde oigo un sonido similar, y un poco más tarde vuelvo a oír otro similar. “ploom”, “ploom”. Los intervalos entre uno y otro son parecidos. Una vez despierto, me acurruco en la cama y espero.  En verano, con la ventana abierta es fácil percibir los matices de los sonidos. La luz de una farola entra en la habitación, tiene un color blanquecino, ligeramente metálico, inhumano, tamizado por la persiana . 

Cada vez se escucha con más nitidez porque se acercan y se perciben más matices, el sonido de cartones, la distorsión de las bolsas como de cosas que caen al suelo. Normalmente los ruidos son secos y no permanecen en el tiempo, algo que se cae, algo que se rompe. No se oyen diálogos, ni voces, si acaso una respiración o un suspiro. Este patrón sonoro se rompe a medida que el sonido va haciéndose más diáfano, en esos momentos se siente como alguien horada, escarba, se intuye el roce de unos materiales sobre otros. También se escucha el sonido de las ruedas de un carro metálico y la colocación de objetos en su interior y las pisadas de alguien que empuja. En la cama cierro los ojos e intento adivinar el momento en el que se escuchará el siguiente “ploom”. Este sonido de plástico, de tapa que se cierra y que cuando se escucha debajo de la ventana emite una cierta vibración que mantiene la cadencia. 

Posteriormente se aleja y los matices se pierden y el caer de los objetos al suelo resulta más lejano y ya no se oyen pisadas, ni fricción, ni ruedas de carro. Vuelvo a abrir los ojos cuando el sonido se ha desvanecido y pasa algún coche. A veces, no muy lejos, se oye la sirena de una ambulancia. En el techo de la habitación se sigue viendo la luz tamizada por la persiana que entra de la calle, una luz blanca y siento un ligero escalofrío aunque estemos en verano. Me tapo con la sabana e intento dormir.

jueves, 27 de junio de 2013

Sin Blanca en París y en Londres – George Orwell




 
Durante estos días y muy a mi pesar he tenido tiempo para leer. No es que haya estado en la cárcel o de vacaciones. Ha habido momentos a lo largo del día que me han permitido recuperar libros que tenía almacenando polvo en la estantería. Este tenía una gruesa capa adquirida durante años y es curioso porque el autor es un viejo amigo.

De Orwell leí de joven lo que se suele leer, lo de la granja y ese otro de 1984. He de reconocer que ambos me atraparon y me dejaron un recuerdo de persona próxima pero no había vuelto a asomarme a su mundo. Un Viernes determinado tuve que salir corriendo de casa y pude agarrar el primero que vi “Sin blanca en París y Londres” y es un libro que me llamó la atención por esos intangibles que hacen grandes las cosas. Una de ellas es la mirada. Porque Orwell tiene una forma de mirar a las personas y a las situaciones muy particular. Se puede decir que es una forma fácilmente comprensible y sin afectación lo cual agradezco. Y con un considerable sentido del humor.

Este libro aunque figure como novela, realmente es una crónica de la pobreza y de la vida de las personas que tienen empleos que no desea hacer nadie o directamente de aquellos habituales de las casas de caridad y beneficencia y de sus precarias condiciones de vida. Porque se trata de algo parecido a un peregrinaje hacia ninguna parte. Y aunque la tesis que maneja el libro es desoladora con poco o ningún atisbo para la esperanza, Orwell se acerca a esas personas intentando ponerse en su lugar, intentando comprenderlas y aún intentando ser uno de ellos. Hacia el final del libro incluso el propio autor considera que lo único que ha podido lograr es una aproximación de todas esas gentes que viven en el arroyo y manifiesta su interés de seguir profundizando en ese testimonio vital.
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Me iré poniendo al corriente de todos vuestros blogs sin prisa, sin tardanza. Gracias por pasaros por aquí.

martes, 28 de mayo de 2013

Sobre rotondas, preocupaciones y fuerzas centrífugas





A veces cuando me pongo nervioso y tengo la sensación de que los problemas me abruman, hago rotondas. Me monto en el coche y me voy a una rotonda grande que tengo cerca de casa y comienzo a dar vueltas. Hubo una época en que a los urbanistas les dio por poner rotondas. Antes no había, te limitabas a cruzar la calle donde el semáforo te acompañara. Pero en esta época en cada cruce de barrio se pone una rotonda, preferentemente con una fuente en medio y  con salida de agua a  modo geiser de diversas inclinaciones y alturas.

En una rotonda de estas características me acerco con el coche y comienzo a dar vueltas esperando que todo lo que me abruma o me molesta aparezca. Normalmente comienzan por salir las pequeñas cosas que aparentemente no tienen importancia, ese impreso que hay que llevar a algún sitio o esas cuentas domésticas que no terminan de cuadrar. En una vuelta de rotonda la fuerza centrífuga, esa que tira hacia fuera en los giros y nos hace derrapar en las curvas, agarra preocupaciones y las expulsa más allá de la plaza incluso más allá del barrio. Después vienen los asuntos laborales que pueden suponer ese punto de nerviosismo justo y puntual. Una o como mucho otra vuelta. Los asuntos familiares suelen venir después y están asociados a la enfermedad y al paso del tiempo de los seres queridos y a los de uno mismo. Cuidado !!!! Un camión ha intentado salir desde el carril interior. Incluso en fases meditativas hay que estar atento al momento preciso, para no seguir a las preocupaciones que hayan sido expulsadas. Y por último pueden llegar, no siempre lo hacen, los problemas existenciales sobre dónde vamos, para qué sirve todo esto, qué estoy haciendo con mi vida, esas cosas. No es algo a lo que le de muchas vueltas, en este caso con media vuelta arreglado. Después de que aparentemente todas las miasmas hayan salido, doy una vuelta de reconocimiento para comprobar, una vez más, que los problemas más persistentes son esos primeros del día a día que no tienen una importancia aparente pero que siguen perturbando. Para esos casos reservo dos últimas vueltas un poco más fuerte para meter más fuerza centrífuga a los problemas, hasta que por su propio peso salen despedidos.

Una vez realizada la purga mental, salgo de la rotonda, aparco el coche y llego a casa fresco como una lechuga. 

martes, 21 de mayo de 2013

Surrealidades



Como cada Domingo salí a la calle a ganar un sobresueldo. Mi trabajo de vendedor de cupones no da lo suficiente para mantener a mi familia de modo que cada domingo me pongo la camisa más raída que tengo, un sombrero viejo y agarro el bastón de invidente. No llevo perro lazarillo porque nunca he tenido el dinero suficiente para tener uno. El oficio de mendigo es un trabajo al que le auguro mucho futuro.

Me coloco en aceras donde haya movimiento de personas junto a sitios emblemáticos de Madrid que sean frecuentados por turistas. Suelo llevar una bandera de España en la camisa para dar a entender que es pobreza del país. Además sirve para dar un tono exótico a ojo de viajero. El domingo pasado estuve toda la mañana por los alrededores del museo de arte Reina Sofía. Lugar donde exponen obras contemporáneas y de vanguardia. Los aledaños están vigilados pero en determinadas circunstancias permiten una mendicidad moderada, que no muestre miembros amputados o rostros deformes. Los ciegos todavía estamos en el rango de los aceptados. Además durante estos días hay exposición de Dalí, dicen que de las más completas que se han montado. Eso quiere decir mucha gente.

Al poco rato de colocarme en actitud mendicante sentí un punzante dolor de cabeza y alguna palpitación que inicialmente lo achaqué al poco desayunar. Lo intenté mitigar tomando un café con leche en un bar próximo. Volví a mi puesto pero el malestar se agudizó. A medida que avanzaba la mañana sentía perfectamente los latidos sobre las sienes y un cierto tembleque en manos y piernas. Difícilmente podía agradecer las dádivas o dar una mínima conversación a quien algo preguntara. A lo anterior se unió, como decirlo, unas ciertas visiones extrañas, luces, sombras, rostros que aparecían y desaparecían e inevitablemente tuve la sensación de que estaba siendo observado. Me di una vuelta hasta la cercana estación de Atocha para relajarme, para intentarlo. Apenas unos metros más allá y el malestar cesó. No podía suponer la causa de lo que me estaba sucediendo. Sería la edad, el calor. Volví a mi sitio junto al museo y otra vez reaparecieron las visiones, las caras extrañas y los pensamientos sin hilazón que iban adquiriendo un tono más real y esa sensación  de que alguien desde algún sitio se estaba metiendo en mi cerebro, revolviéndolo todo, salvaje, incesantemente.

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martes, 14 de mayo de 2013

Bombillas




No me preguntéis cómo lo sé, pero la bombilla “Full spectrum daylight bulb 45 watt screw” tiene dos aplicaciones fundamentales, sirve para hacer unas extraordinarias fotografías en blanco y negro de interior por el tamizado de tonos y el suavizado de  contrastes y al mismo tiempo y por su capacidad para reproducir el espectro lumínico, es ideal para el cultivo de marihuana donde por su clandestinidad no sea posible acceder a los rayos del sol.


martes, 7 de mayo de 2013

Sugar Man





Detroit. Mi padre ha pasado su vida trabajando como obrero no cualificado tanto en las cadenas de montaje de la General Motors como en la construcción o en los restaurantes de comida rápida. Siempre ha preferido ejercer trabajos para los que no hiciera falta ningún tipo de especialización salvo resistir el frío o los malos olores o la suciedad. No era por necesidad, era una opción. Lo veía llegar a casa agotado después de cada jornada laboral pero con buen humor. No me preguntéis por el motivo de dedicarse a este tipo de peonadas, no sabría decirlo. Dice que el trabajo duro le mantiene en forma. Así fue desde que yo era pequeña. Un día nos reunió a mis hermanas y a mí y nos dijo que le acompañáramos a Ciudad del Cabo porque le habían contratado para dar una serie de conciertos!!!. Resulta que allí era un músico muy conocido.

La llegada a Sudáfrica fue apoteósica, recibidos por toda la parafernalia que rodea a una estrella de rock, montones de fans, periodistas, rodeados por gente que se interesaba por nuestras anodinas vidas. Fueron ocho conciertos y nueve mil personas diarias entregadas a su música y a su persona aplaudiendo entusiasmadas cada una de sus canciones; generando ese estruendo que se produce cada vez que ocurre algo verdaderamente importante y que solo había visto por la televisión o en las afueras del campo de los Lions, el equipo de fútbol.

Fue una semana magnífica, se podría decir que irreal, pasada la cual volvimos a Detroit donde mi padre repartió el dinero que había ganado entre nosotras y entre diversas organizaciones benéficas. Dudo que se quedara algo. Unos días después encontró un trabajo en la lavandería de un motel situado junto al río. Entraba a las cuatro de la mañana y al menos no pasaba frío. El otro día estaba en casa atizando la estufa de leña junto a la que se encontraban algunos palos recogidos de los contenedores. Recuerdo que llevaba el abrigo puesto, un gorro con orejeras y unos guantes de lana sin dedos. Los inviernos son muy duros en Detroit.





martes, 30 de abril de 2013

Propuesta para resolver el desempleo





Me desperté con el  mismo nudo en el estómago con el que me levanto siempre que tengo que ir a sellar la tarjeta del paro. Es una sensación de malestar que me asalta en el mismo instante en el que abro los ojos acompañado de un ligero sobresalto. Luego se pasa. 

Una hora más tarde me encontraba en la cola de desempleados que es cada vez más numerosa y triste, rodeado de personas resignadas que visten ropas de apagados colores . ¿No os habéis fijado en el color de nuestra ropa cuando estamos en la cola? Como si hubieran pasado una veladura que nos difuminase, que nos hiciera menos reales.

Me llamó la atención el ver que los compañeros que salían de la oficina después de cumplir el trámite estaban más animados y eso era una buena noticia. Salían con una bolsa de plástico que contenía una caja de cartón en su interior. Sabía que algunas asociaciones benéficas repartían alimentos y no era descabellado suponer que hubieran puesto un dispensario en el que a falta de trabajo nos dieran una barra de pan y un kilo de arroz.

Cuando llegó mi turno entregué la tarjeta que sellaron para tres meses. Otros tres meses de nada.  Al  solicitar la dotación alimenticia el mismo administrativo me dijo que tenía que informarme de los cambios que se habían producido en la normativa para reducir el desempleo. Me informó que todos los afiliados al paro tenían derecho a percibir un fusil de asalto del tipo Imi Galil, que según parece es uno de los más recomendables del mercado, acompañado con dos cargadores de veinte balas cada uno. Se habían ahorrado las de fogueo. ¡ Para qué!   Automáticamente comencé a vislumbrar extraordinarias posibilidades. No hizo falta que el asesor me indicara instrucciones de uso ni el objetivo de esa iniciativa. Se me quedó mirando a los ojos y con su dedo índice desplazó lentamente una nota sobre el mostrador. Decía: "Comenzar por los vecinos"

jueves, 25 de abril de 2013

Fecha de caducidad





Se están produciendo fenómenos extraños en los supermercados. Hemos constatado que hay zonas donde los productos tienen una fecha de caducidad el doble de larga que en otras zonas de un mismo supermercado y lo más extraño es que ambas están calculadas con arreglo a la legislación vigente. Esta zona de largas caducidades es la llamada zona económica o de super ofertas y se diferencia de la otra llamada zona estándar o normal. Así por ejemplo el mismo yogourt que fortalece la flora intestinal y mantiene el estado de ánimo sin sobresaltos, caduca el doble de tarde en las áreas económicas, a pesar de que los envases parecen tener ligeras magulladuras y rasponazos o carecer de etiqueta. Otros productos naturales como puedan ser las naranjas en la zona económica no siempre tienen color naranja, a veces son ocre y con un tacto quizá demasiado suave.

Para ahondar más en estas paradojas, se puede asegurar que los clientes de unos y otros tienen aspectos diferentes; reconocido el colectivo económico por sus ojos acuosos y ligeramente enrojecidos acompañado de un color pálido de piel. También su indumentaria tiende al deshilachado y a una cierta aspereza en el paño. Estamos en fase de asegurar que estas personas generan unos anticuerpos que les hacen más resistentes. Y la prueba está en su alto índice de tolerancia a productos, no en mal estado, sino con alta fecha de caducidad. Son cuerpos que se han acostumbrado a las decoloraciones y al olor fuerte de los alimentos. Y es un reto averiguar la biología que subyace a cuerpos que resisten perfectamente este tipo de productos, resultado de inconcebibles cambios.

La conclusión que se extrae es puramente genética por las mutaciones muy beneficiosas que están produciendo. Hay quien piensa que este colectivo no compra medicinas por carecer de medios económicos he incluso hay quien piensa que estas zonas especiales se encuentran fuera de los establecimientos, junto a los contenedores e incluso dentro de ellos. Pero yo creo que los designios de la genética, junto con los de dios nuestro señor, son inescrutables.


viernes, 19 de abril de 2013

Boston Marathon - Un Relato





Terminé de subir HeartBreaker Hill peor de lo que pensaba, sin ritmo y harto de correr. Mala cosa para un corredor de fondo. Desde la Colina Rompecorazones se ve Boston en toda su extensión, es un momento emocionante treinta y cuatro kilómetros después de comenzar la carrera. Habíamos salido desde el pueblo de Hopkinton en una carrera lineal rodeados de árboles y de mucho público en los arcenes. El Maratón de Boston es una carrera peculiar y tiene su leyenda.

Sin embargo no llegué bien. Hacía calor, quizá demasiado para correr una distancia tan larga, también debieron influir los nervios y una mala noche. Lo cierto es  que al terminar la cuesta no disfruté de las vistas, ni de estar allí. Tan solo tenía ganas de terminar, de acabar esa carrera. Iba comprobando cómo con el paso de los kilómetros, al contrario de lo que suele ser habitual, me iba desmoralizando porque comprobaba que cuanto menos distancia me quedaba más lejos se encontraba la meta, que las fuerzas me iban abandonando más rápido que la distancia. Ocho kilómetros de sufrimiento cuesta abajo y fin. Fácil en otras circunstancias. Tenía un ligero dolor de cabeza, sed. Me rondaba la deshidratación pero no pensé en abandonar, eso no se piensa, pero no tuve más remedio que bajar el ritmo. Comenzaron a adelantarme muchos corredores. Lo importante era terminar

Llegado ese momento la estrategia y la necesidad obliga a  concentrarse en poner un pie tras otro, uno tras otro. Cuando debido a un esfuerzo el cuerpo se vuelve inestable el único remedio es intentar sosegarlo y confiar en que otra parte no pierda el control. En esos casos comienzas a ver el entorno como en una película, como si fueras un espectador en una realidad que por momentos se escapa. Escuchas la respiración, sientes los músculos como se tensan, las rodillas... Y sin embargo el tiempo pasa más rápido. Llegué a Beacon Street en el kilómetro treinta y nueve sin resuello. Llevaba casi cuatro horas de carrera.

En ese momento ocurrió algo insólito, pude escuchar una detonación como un petardo enorme. Para mi aquello no representó nada, no más que los cientos de vasos tirados por el suelo de los corredores que me habían precedido. En esos casos solo se escucha el cuerpo. Pero un poco más adelante volví a escuchar otro estruendo más fuerte.  Lo verdaderamente importante era que estaba apunto de terminar otro maratón y eso compensaba todas las penalidades. Siempre había sido así. Llegué a Hereford y a falta de quinientos metros para la meta tracé la última curva hacia Boylston Street. En medio de lo que debía ser el fin del sufrimiento, un guardia vino a hacia mi con los brazos abiertos y me gritó “Stop run, stop run”, fuerte, desencajadamente. De alguna forma sus gritos me sacaron del letargo que acompaña el agotamiento extremo y fui consciente de mirarle con los ojos abiertos como platos mientras paraba en seco. Pasé la mirada detrás de él y me sobrecogió el comprobar que lo que estaba viendo era un caos superior al que en ese momento yo tenía en mi cabeza. Pensé que algo terrible acababa de ocurrir. Me dejé llevar por los voluntarios hasta un puesto de socorro y comencé a vomitar. Creo que todavía lo estoy haciendo.


miércoles, 17 de abril de 2013

Demencia 2




Constantino, el nieto y su yerno jugaban a las cartas. La televisión continuaba encendida pero con el volumen bajo  para poder escucharse. Jugaban despacio, como a cámara lenta y cuando el turno le tocaba a Constantino el tiempo se paraba ligeramente. El nieto echó la sota de espadas y los ojos del abuelo recorrrieron las cartas que  tenía  abiertas en abanico. A veces después de un rato inmóvil se caía alguna o todas y había que  recogerlas y volver a ponerlas en sus manos. Daba la impresión de que se olvidaba de agarrarlas. Era curiosa la forma de mirar, menos intensa, sin energía. A veces mirándole, su nieto percibía una cierta flojera en su propia mirada.

Constantino se levantó de la mesa.
- Voy al arroyo - dijo. Viviendo en una cuarta planta era difícil ir al arroyo. Pero los recuerdos del pueblo los tenía presentes. De alguna forma se podría decir que no había salido del pueblo, que todavía estaba allí.

- Voy al arroyo - repitió - a hacer de vientre. - Y progresivamente fue caminando pasillo adelante hasta el cuarto de baño.

El nieto pensó en el abuelo y en el pueblo y en la cantidad de veces que había bebido agua fresca del arroyo.

Guardaron las cartas.

lunes, 15 de abril de 2013

Demencia 1




Constantino veía pasar imágenes por la televisión, daba igual el programa que emitieran, era indiferente la hora. Lo importante era que siempre hubiera ruido a su alrededor. Si no, se ponía raro. Estaba sentado en una silla con reposabrazos porque en ese tipo de silla era más difícil que se cayera. Hacía unos meses que le habían diagnosticado una demencia progresiva e irreversible aunque su aspecto insinuara una cierta normalidad.  En la misma habitación se encontraban el nieto y su yerno, cada uno sentados en extremos opuestos del sofá. En el centro de la habitación una mesa camilla con mantel y una jarra con agua y un vaso. El nieto leía el Hobbit y su padre la propaganda de una marca de coches.  Llevaban  un rato sin abrir la boca. El yerno preguntó:

- Constantino, ¿ha llamado alguien esta tarde?. – Se trataba de una pregunta sin importancia, como para mantener el ruido en la habitación.
- Sí.
- Quién era, ¿lo conocemos?.
- Era mi hermano.

Ambos padre e hijo levantaron los ojos y se miraron con la gravedad acostumbrada, no exenta de un cierta complicidad. Sabían que su hermano había fallecido cinco años atrás, pero le siguieron la corriente.

 - ¿Y que te ha dicho? ¿Está bien?
Arqueando las cejas el abuelo respondió lo acostumbrado:
- No sé.
A lo que el nieto apostilló con un gesto de impostada seriedad  
- Habrá hecho un llama-cuelga.
- Eso ha debido ser. - Dijo su padre mientras volvía la vista a un tipo de neumático ultrarresistente a la humedad.

La televisión seguía mostrando imágenes, Constantino miraba.

jueves, 11 de abril de 2013

Los enamorados en el centro comercial





El amor de Roberto y Sonia era un amor que se desarrollaba con más intensidad en el interior de un centro comercial. No había mayor diversión que emplear las horas recorriendo sus pasillos y curioseando por los comercios. Era una de las cosas que dotaban de sentido a su vida. Una tarde de Sábado comenzaba en las tiendas donde probarse la ropa de moda o aquella que fuera a marcar tendencia en los próximos meses. El tiempo pasaba probándose pantalones, faldas, esos pañuelos tan chulos. La tarde podía continuar con alguna de las muchas tiendas de calzado. A Sonia le gustaban los zapatos de tacón alto y las medias de múltiples colores, pero estas no era posible probarlas, no se podían sacar del envoltorio. A Roberto también le interesaban las cámaras de fotos y los ordenadores. Tenían un mundo a su disposición.

Las tiendas del hogar se encontraban en el mismo pasillo, un poco más allá. A Sonia le chiflaban las alfombras gruesas donde sentir el calor y el mullido en los pies. Y ver camas bajas de matrimonio, conjuntadas con las cortinas y una cómoda con luces como las de los camerinos de los artistas. Porque Sonia en el fondo se sentía una artista. Entraban a la estancia cogidos de la mano y dejaban volar su imaginación. Tenían el futuro por delante.

También había tiendas especializadas en mobiliario de cocina y Sonia soñaba estar junto a una ventana que diera al jardín viendo los niños jugando en el césped y con un árbol del que colgara un columpio. Y en medio un amplio fogón desde donde  llegar a todos los rincones sin apreturas.

Con la cabeza llena de sueños pasaban a la zona de bares y restaurantes. Tenían hambre y decidieron comer algo. Sabían que era un momento delicado. Debían esperar a que algún cliente se marchara y dejara algún resto de hamburguesa o de ensalada César que tanto le gustaba a Sonia. Salían sin precipitación para sentarse en su banco, lejos de las miradas inoportunas de los transeúntes. Ese día no tuvieron suerte. Un guardia jurado encontró a  Roberto envolviendo un resto de entrecot de ternera en una servilleta y  les invitó a salir del centro comercial. De vez en cuando ocurría. Ese día se habían sentido tan integrados como cualquier otra pareja normal. El guardia les acompañó hasta la salida y una vez traspasada  la puerta automática de cristal y como afirmando su propio destino, Roberto pasó las manos por la cintura de Sonia y aproximando sus labios se fundieron en un largo y apasionado beso.


La fotografía es de Sway-Ploas


lunes, 8 de abril de 2013

Una tarde en la biblioteca





Después de llevar veinte minutos en la biblioteca comenzó a hacerse perceptible cada respiración, cada movimiento de una página. Hasta el movimiento de la mano que escribe, del estiramiento cervical de aquella chica rubia sentada en la esquina con la que de vez en cuando había coincidido. Sobre la mesa, los folios de la lección diaria de lenguaje de primero de bachillerato y un análisis sintáctico incomprensible. Roberto miró a su compañero y al complemento circunstancial al que hacía referencia el verbo que estaba una línea más arriba. Imposible comprender nada más en esa frase coordinada adversativa. Cuando finalmente decidió preguntar, el chisteo de la bibliotecaria se oyó en toda la sala y la duda se volvió si cabe más insignificante. Volvieron a enfrascarse en algo pesado y rutinario. Aparcaron la asignatura de lengua y sacaron de la mochila el libro de matemáticas con sus demostraciones de álgebra tan pesadas como  el análisis sintáctico. 

La biblioteca tenía un patio que compartía con un centro cultural aledaño donde había cuatro mesas de ping-pong azules. Solían venir a la biblioteca con la raquetas y unas pelotas marca Cornilleau, pesadas y con un bote equilibrado. Necesitaban salir de la rutina. Sencillamente se dedicaban a pasar la pelota por encima de la red. Atribulados por la colección de conocimientos incomprensibles que cada día debían aprender, ver pasar la pelota de ping-pong levemente por encima de la red les hacía olvidar la sensación de pesadez. Pasados cinco minutos, las bolas comenzaban a adquirir determinadas efectos para hacer de su recorrido algo impredecible, mientras ellos se movían ágiles por el frontal de la mesa, acentuando la sensación de que nada tiene importancia y de que una cierta ligereza puede ser un antídoto contra el mayor de los aburrimientos.

Al regresar a la sala de estudio les seguían esperando las dos asignaturas, el silencio y la misma pesadez. La chica rubia de la esquina había salido a fumar un cigarrillo. Roberto comprendió que estaba a punto de perder la tarde pero decidió que aún había esperanza y con la cabeza despojada de todo pensamiento se acercó con las dos raquetas a la chica que acaba de terminar el cigarrillo. Le preguntó  -¿Juegas al ping-pong?

viernes, 29 de marzo de 2013

Inteligencia Artificial - Spielberg






La premisa es inquietante. Personas que fabrican robots como si fueran personas por un motivo puramente económico, porque consumen menos. Y juegan con fuego porque las investigaciones sobre inteligencia aplicada cada vez profundizan más en el desarrollo de los sentimientos, de las emociones, en la capacidad de amar. Sentir amor en un mundo que les sigue viendo como máquinas. Colectivo que se verá abocado al repudio de sus madres adoptivas, a la persecución, incluso al suicidio.

Dos mil años después unos extraterrestres intentarán recrear la vida sobre las pautas de lo único que han encontrado con vida, un niño-robot y un oso de peluche. Recrearán lo original a partir de una copia distorsionada, el equivalente a pretender construir un ser a partir de trozos sueltos de algo no siempre concordante, no necesariamente estable. Pero el niño mantendrá la ilusión de recuperar el amor de una madre, auténtico hilo conductor de la película y único motivo del robot para seguir vivo, como imitación de una persona, como demostración de que la existencia del amor justifica una vida.

Película basada en tres relatos de Brian Aldiss, pero especialmente en el titulado “Los superjuguetes duran todo el verano”

lunes, 25 de marzo de 2013

Una desaparición





Me senté en el ordenador, intenté entrar en la cuenta de mi usuario de google, pero no logré acordarme de la contraseña. Llamé a mi hermana que se encontraba en la habitación de al lado. Le pregunté si la sabía, si alguna vez se la había dicho, si podía acordarse. Me dijo que no y además me dijo que me tranquilizara, que fuera a la cocina que me tomara un vaso de leche. Que procurara pensar en otra cosa. Qué fácil era decirlo!!. Me tomé el vaso de leche con un par de galletas, fui al comedor encendí la tele vi un par de noticias y regresé a mi habitación. Con la mente en blanco volví a intentarlo. Nada.

Progresivamente me iba dando cuenta de la gravedad de la situación, al no poder acceder a mi cuenta dejé de poder acceder al correo, al blog, pero también a la cuenta del banco que tenía asociada, a todos los contactos, a sus números de teléfono a los emails. Intenté ponerme en contacto con mi novia, pero tenía que identificarme de alguna manera. Me cree un nueva cuenta de correo, con otro usuario también en google y me puse en modo chat, afortunadamente estaba conectada. Cuando mi novia vio que un usuario desconocido intentaba entablar una conversación con ella, me bloqueó. Y lo mismo me pasó con Juan y con Elena y con todos los amigos de la facultad. De repente me había convertido en un sujeto invisible y sospechoso para los demás. Hasta mandé un correo a mi hermana que se encontraba en la habitación de al lado, que también descartó, aún sabiendo que había olvidado la contraseña. La llamé pero no contestó. Fui hasta su habitación y me acerqué a su silla, tecleaba algo. Pareció no enterarse de mi presencia Seguí hablando, le hablé más alto, pero ella me ignoró, desconectó el ordenador, se levantó de la silla,   pasó junto a mí, apagó la luz y se marchó cerrando la puerta.


jueves, 21 de marzo de 2013

A la sombra de Phelps





Demetrio fue a hacer las pruebas de nivel porque había decidido apuntarse a un curso de natación. Era experto nadador sin estilo definido. Marta, la monitora, le preguntó si sabía nadar a crol y Demetrio le contestó que sabía nadar a algo parecido a crol y a  algo parecido a braza. En su fuero interno pensaba que era razonablemente bueno ya que en vacaciones se metía en la zona de playa donde no hacía pie y nadando llegaba de un extremo a otro de la playa.

Así que Demetrio salió del vestuario con el traje de baño de oferta del decathlon, las gafas enrolladas en la muñeca y unas chanclas poco más que de estar en casa. Una bolsa roja de plástico para la ropa marca kappa de cuando era joven y los zapatos metidos en una bolsa del ahorramas. Prefirió dejarlo todo en una taquilla que estaba junto a la pileta.

Demetrio se movía como nadador completamente seguro de si mismo. -Vengo a hacer la prueba de nivel. Marta le preguntó por su gorro de baño. A lo que Demetrio dándose un golpe en la frente recordó que lo había dejado dentro de la bolsa roja marca kappa. Un nadador experimentado puede cometer pequeños deslices. Volvió a abrir la taquilla y vació la bolsa, depositando las cosas en el banco, la ropa, la toalla, un bote de gel grande, el periódico. El gorro estaba al fondo junto al bocadillo envuelto en papel de plata. 

Cuando Demetrio se metió en la piscina, sabía que podría llegar al nivel medio-avanzado junto a los fórmula uno de la piscina. Marta le mandó hacer un largo a crol, otro a braza y otro más de espaldas en el que se echó un generoso trago de agua producto del roce de la mano con la corchera. Después Marta le dio una tablilla y le mandó avanzar solamente dando patada de crol. A Demetrio le costaba horrores avanzar. Hacia mitad de la piscina comprobó que no avanzaba nada en absoluto pese a mover los pies frenéticamente. La monitora le hizo salir de la piscina.  – Que tal?.  Y Marta, condescendiente, le dijo que bien, que el movimiento de brazos era bueno, pero que de cintura para abajo se hundía como un botijo. – Hay que trabajar esa patada, hundes el cuerpo medio metro y no controlas la respiración. Por lo demás está bien. Te vamos a poner en el nivel cero, para que vayas puliendo esos errores. Empezamos el martes de la semana que viene a las cuatro y media.

Pasó junto a un espejo y vio el color rojo-semáforo de su cara, congestionada a tope. Mientras se retiraba al vestuario oyó un a voz a su espalda – Demetrio, que te dejas las chanclas!!!.  Pensó que estaba llamado a ser el nuevo Michel Phelps del nivel cero. Que algo grande estaba a  punto de empezar.


lunes, 18 de marzo de 2013

Sentido de las manos





Tenía las manos enfrentadas y las yemas de los dedos apoyadas unas sobre otras como en un espejo y en forma de pirámide. Levantó la cabeza, comenzó a frotarse la manos despacio pero enérgicamente, como si una mano opusiera resistencia a la otra, como si hubiera una intención. Una vez, otra vez, armónica, constantemente. 

Apoyó las yemas de los dedos de la mano derecha sobre los nudillos de la izquierda y ejerció una persistente presión hasta que se oyeron unos chasquidos. Repitiéndolo con la otra mano. Por cada intento los sonidos se iban atenuando, hasta que lo único que se mantenía era una fuerte tensión en los nudillos y en las falanges. Presión considerable que también se repetía en la otra mano. 

Un poco más tarde el dedo anular de la mano izquierda era sujetado por el pulgar y el corazón de la mano derecha, mientras el índice estiraba la cutícula sobre la uña, casi siempre sobraba algo de esa piel elástica que bordeaba la uña pero era difícil que saliera solo lo sobrante. En esos casos se llevaba el dedo a la boca y mordía el trozo de pellejo que todavía quedaba, escupiendo la brizna al suelo. Así, con varias cutículas y algún padrastro. En otras no hubo necesidad. Más tarde volvían a enfrentarse las manos y ocasionalmente la uña del dedo corazón aterrizaba tangencialmente sobre la panza del pulgar intentando acertar en algún pliegue de piel. La respiración era fuerte y ligeramente agitada.

Hubo movimiento en la sala.
 - Levántese el acusado – Es lo que entendió que dijeron, acompañado por movimiento de personas en el estrado.

El presidente de la sala se adelantó y dijo:
- Después de tres votaciones este jurado considera que el acusado es culpable de la muerte por estrangulamiento de su esposa.



viernes, 15 de marzo de 2013

Complejidad





Gotas que resbalan, ramas fractales,
aves migratorias, respiración,
vaho en el cristal.




miércoles, 13 de marzo de 2013

Profecía de San Malaquías





San Malaquías dice: 

“In psecutione extrema Sacrae Romanae Ecclesiae sedebit. Petrus Romanus, qui pascet oues in multis tribulationibus: quibus transactis ciuitas septicollis diruetur; Judex tremedus iudicabit populum suum. Finis.”

Leo esto y me pasa lo mismo que con algunos textos o ante la lectura del Ulises que nunca hice, que no entiendo nada. Sin embargo el latín tiene esa cosa de los sonidos fuertes de las palabras como si estuvieran escritas en piedra que le dan un aire solemne y catedralicio.

Lo que viene a decir San Malaquías es que el último papa se llamará Pedro el Romano, pasado el   cual Roma será destruida y el juez supremo dictará sentencia a los fieles. Muy de iglesia  y de apocalipsis. Nada extraño por lo tanto. Al final siempre viene alguien impartiendo justicia, al contrario de lo que pasa en el mundo real.

Para justificarlo, Malaquías, que fue arzobispo católico de Armagh, nombre que también se las trae y que no he querido saber donde está para mantener ese aire remoto y alejado de la ciudad, enumeró en el siglo XII 112 lemas o breves sentencias que deberían ser asignados a los siguientes y últimos 112 papas y con los que de una forma u otra tenían alguna relación. Esto evidentemente supone un acto de fe. Uno más. Pese a que esta predicción fue hecha en el siglo XII, no se publicó hasta casi quinientos años más tarde ya que  Malaquías no tenía ninguna prisa por publicar. Apareció en el libro del benedictino Arnoldo Wion titulado "El árbol de la vida, el ornamento y la gloria de la Iglesia".  Arbol de la vida y ornamento...La lista se acaba con el papa que elijan estos días, pasado el cual se llega a la ejecución profética.

Es como si alguien subido a una roca dijera unos nombres, quinientos años después los escribiera y el eco llegara hasta nuestros días. No sabemos si la señal, cual teléfono móvil, se ha perdido o enturbiado, ni tan siquiera sabemos si estamos al corriente de pago.

Para los aficionados al hermetismo estos son los cuatro últimos lemas asociados a papas:

De la Media Luna
De la fatiga o trabajo del sol
La gloria del olivo
Pedro Romano (Es el asignado al nuevo y último papa) 

Seguro que se puede escribir algo incomprensible e ignoto al respecto.

lunes, 11 de marzo de 2013

Escena de interior





Después de comer, lo que me apetece es tumbarme un poco. Los días que estoy más cansado me voy a la piltra, los que menos, me recuesto en el sofá y me pongo a leer una de las revistas que tenemos en cualquiera de las mesitas del salón de nuestro dúplex de Nueva York. Aquí me podéis ver con mi mujer, Joan Crawford, famosa por interpretar algunas películas y por las broncas que se montaba con la Davis y por más cosas. Está leyendo una crónica de la fiesta que dio Holden con motivo de su cumpleaños y al que por supuesto no habíamos sido invitados.

Pero el verdadero motivo de enseñar esta fotografía es porque un amigo común que vive en Madrid nos ha dicho que los almendros han comenzado a florecer allí, un poco pronto para mi gusto. Como a Joan le encanta la primavera no hemos podido resistirnos a poner un almendro de interior de plástico por supuesto. El plástico es lo que se lleva en esta época. También se puede ver el tapizado de los sofás deliberadamente chic, para que haga juego con el color del último coche que hemos comprado y que se encuentra fuera de la casa exactamente detrás de las cortinas. Son pequeños caprichos que nos podemos permitir. Carleton Varney amigo y crítico de arquitectura de la revista Harper's Bazaar, contó en una reseña de este piso que nuestro mobiliario tiene más plástico que la carne de los supermercados A & P. Pero la moda es lo del plástico. El asunto de  los supermercados no sabría decirlo, no es asunto mío. Decía que el árbol lo hemos puesto por proximidad emocional con nuestro amigo madrileño y porque a mi mujer le gusta tumbarse a la sombra de los almendros en flor.

Mientras Joan me cuenta los pormenores de la fiesta de Holden, los asistentes, los cotilleos, a mí me entran ganas de ir al servicio. Se puede ver por la posición encogida de mis piernas  y por la contracción del abdomen. Pero no puedo salir porque conociendo el temperamento endiablado de Joan es posible que estuviera dos días sin hablarme alegando que la he ignorado. Así que mientras parece que la escucho, observo detenidamente su bello aunque duro rostro y agarro firmemente la revista para mantener la tensión alejada del vientre. La lámpara es el contrapunto luminoso que compensa la escena. El sol no puede entrar en la estancia porque lastimaría su delicada piel y arruinaría esta escena de interior.

Foto

jueves, 7 de marzo de 2013

El rey en su fractura




El rey siempre tuvo buena conciencia, estaba convencido de que su comportamiento era correcto y de que siempre lo había sido, pero algo en su cuerpo hacía que las cosas fueran de otra manera. De joven le gustaba hacer deporte. A veces prefería hacer ejercicio en lugar de cumplir con sus obligaciones como rey. Pero algo en su interior no estuvo de acuerdo y le castigó con un brazo roto y una operación de pelvis.

Más adelante y pese a que estaba casado o precisamente por eso, no tuvo mayor inconveniente en echar una o varias canas al aire e incluso mantener amantes con quienes olvidar a la reina. Olvido momentáneo por supuesto. Su cerebro le decía que su comportamiento era el adecuado pero su cuerpo, verdadero eje moral, le respondió con una brida fibrótica que presionaba el uréter y con una rotura de meseta tibial externa de rodilla.

Por algún motivo parece que el cuerpo deseaba hacer pagar esos pequeños desajustes que se producen en todo reinado o en todo gobierno. Ligeras correcciones. Era aficionado a la caza y en cierta ocasión su cuerpo, que no su cerebro, intuyó el sufrimiento infringido a un pobre animal al que disparó en parte dolorosa más que letal. La consecuencia de este error fue una fisura severa en su muñeca derecha. Con la que disparaba. Debía haber sido castigo suficiente.

Pero no corrigió, no hubo propósito de enmienda suficiente. Mostró un completa indiferencia ante casos de corrupción en el gobierno y eventuales blanqueos de capital. Pero lo consideraba adecuado, porque sabía que la política es el arte de sumar peras con manzanas. Su mente era cristalina. Pero el cuerpo le respondió con eliminación de nódulo en pulmón derecho y artroplastia en rodilla izquierda. Son estas cosas que se producen cuando no hay sincronización mente-cuerpo. 

Últimamente anda  enredado en movidas personales. Es normal que un monarca deba ocultar los ligeros errores de hijos, hermanos, yernos,  casi forma parte de las obligaciones de un rey. Pero su conciencia corpórea le señala una fractura de cadera y el correspondiente implante de prótesis. El cuerpo considera que la conciencia monárquica debe regirse por una máxima exigencia.

lunes, 4 de marzo de 2013

Propeler Island Hotel



He decidido tomarme un descanso de tanta crisis y de tanto decaimiento y he decidido viajar con la imaginación a Berlín. No conozco la ciudad, esta es una afirmación de perogrullo, conozco mi barrio y poco más. Sin embargo a veces me permito hacer viajes pero solo imaginarios. No confundir con viajes astrales o lisérgicos o de otro tipo. Decía que en esta ocasión se me ha ocurrido ir, atención al nombrecito,  al “Propeler Island City Lodge” hotel de 27 habitaciones dedicadas a una rareza diferente. Las imágenes que aparecen en su página son pequeñas con el objetivo de aumentar el efecto sorpresa del viajero. Deben ser mantenidas en secreto y no divulgarlas. Que esto no salga de aquí.

He decidido alojarme en la habitación de la fotografía, que es la única cuádruple y que se llama “Upside Down” (Al revés). Tiene una habitación puesta en el techo con su cama, mesa, alfombra a cuadros y más cosas y abajo en el suelo la cama de dormir. Quien dice dormir dice cualquier otra cosa. El efecto es que  tumbado se tiene la sensación de estar colgado del techo, porque ves el suelo. ¿Curioso no?. Despertar por la mañana y encontrarte mirando al suelo, como si se estuvieras regresando de un viaje astral chungo. Normalmente en viajes extracorpóreos se aprecia el propio cuerpo al regresar, pero en este caso lo único que se ve es la cama vacía. Pretendes volver a tu cuerpo y ya no lo tienes, se te ha quedado por el camino. Evidentemente si el whisky de por la noche no es de cierta categoría, la resaca puede originar este tipo de efectos y peores. Por eso la víspera es aconsejable moderarse.

Otras habitaciones están dedicadas al silencio, a la libertad (en una celda), a dormir en la jungla o al cuarto de la abuela que tiene ducha en el armario.

Solo si váis a Berlín.

jueves, 28 de febrero de 2013

Ticker




Miró por la ventana se sentó en la silla del despacho y dejó el teléfono móvil encima de la mesa. Mientras esperaba que se iniciara el ordenador, se acercó a la máquina del café, depositó unas monedas y seleccionó un capuchino. Tomó el vaso de plástico y lo llevó a la mesa. Se validó en la aplicación y de la pantalla comenzaron a aparecer montones de números que representaban la valoración de los mercados de varias partes del mundo. En la parte inferior de la pantalla y con un movimiento uniforme de izquierda a derecha, salían las cotizaciones de las cien compañías en las que su empresa mantenía el control. Esa banda era el ticker. Los valores en positivo aparecían en verde, los que arrastraban pérdidas en rojo. Continuamente y durante ocho horas por la pantalla salía una continua e interminable ristra de números. Ocho horas, de izquierda a derecha.

Su trabajo consistía en mirar al ticker y al resto de valores, analizarlos y rápidamente  encontrar relaciones  que sirvieran para anticiparse a la tendencia del mercado e invertir de una empresa a otra, de un mercado a otro. A veces la bajada del oro repercutía en la subida de las empresas tecnológicas. Esas cosas. Y debía tener el control de sus nervios para mantener la calma incluso en los momentos de máxima tensión o de mínima rentabilidad. Estaba inquieto porque desde hacía unos días era incapaz de encontrar la lógica interna que movía los mercados y que hacía que su mundo se hubiera, como decirlo, desincronizado. Miraba la pantalla y haciendo un esfuerzo por concentrarse nada tenía sentido.

Fuera del trabajo mantenía la misma zozobra, el mismo vacío. Su vida en familia, los partidos de tenis con los amigos, hasta el curso de microelectrónica. Como si una extraña ley de causa y efecto le hubiese afectado su entendimiento era incapaz de encontrar una relación entre la cosas, un mínimo respiro o una escasa alegría. Los fines de semana no tenían más sentido que el resto de los días de la semana, ni menos. De vez en cuando por las tardes, iba a sentarse a un banco desde donde podía ver el movimiento de los coches. El grado de confusión le hacía estar centrado y dejar de estarlo, ajeno a todo.  Veía coches moviéndose de izquierda a derecha, constantemente, eternamente, en rojo y verde. Nada que entender, nada más que hacer. Ticker

lunes, 25 de febrero de 2013

Retrato de Oscar Wilde





Cuando  Oscar Wilde fue consciente de su belleza se hizo pintar un retrato, lo colgó en su habitación y cada vez que entraba o salía sentía la irresistible tentación de mirarlo como si fuera un espejo. A disgusto con su rostro, un día decidió que era imprescindible arreglarse el labio superior y asesorado por su madre fue a una reconocida clínica de estética para que le hicieran un retoque. Más tarde llegó a la conclusión de que era insoportable vivir con esa ausencia de pómulos. Y cargó botox para compensar esas pequeñas carencias. Pero por cada arreglo, por cada pequeña operación, el cuadro le devolvía otra imagen cada vez más inquietante que solo podía ser atenuada con nuevas intervenciones en detalles insignificantes. Finalmente llegó al convencimiento de que nadie salvo él sería capaz de perfilar el rostro perfecto. Armado con los útiles quirúrgicos imprescindibles, cada día, cada hora de su vida añadió, exfolió, modeló su cara hasta que devino en aquello que siempre había estado allí pintado y que cada día mutaba en algo ligeramente diferente.

viernes, 22 de febrero de 2013

Dieta y Vida





Me dirijo a ustedes como responsable de la empresa “Dieta y Vida”, para comunicarles que acabamos de sacar al mercado un tratamiento wellnes para todas las personas que quieran mantenerse en un límite óptimo de peso y salud. Yo lo llamo bienestar. El tratamiento se realiza mediante la acción combinada de dos tratamientos independientes pero complementarios.

La primera parte será la aplicación de la dieta OMG que se corresponde con las siglas en inglés “Oh my god” (Oh Dios mío!)  Sí, suena un poco raro, pero cuando se trata de bienestar se  deben eliminar prejuicios inoportunos y estar abiertos a mejoras e innovaciones. Básicamente, el precepto que sigue la dieta es no desayunar y hacer ejercicio, tomar baños o duchas de agua fría hasta donde se puede aguantar, comer poca o ninguna fruta y por supuesto sustituir el brócoli por las coca-colas que es cosa buena y fuente de salud. Los nutricionistas son unos maulas a los que hay que llevarles la contraria pues está demostrado que el metabolismo de los alimentos no es ciencia que se pueda considerar exacta.

Pese a que la OMG es una dieta equilibrada, algunas personas pueden sufrir una galopante hipoglucemia  o bajada de azucar en sangre por salir a hacer deporte mañanero con el estómago vacío. Pero esto en lugar de ser una carencia o un fallo lo hemos entendido como una oportunidad de mejora. Durante estos pasados días hemos recabado el testimonio de Jesús Manzano que fue ciclista del equipo Kelme, Jesús comentó la facilidad para subir puertos de categoría especial como el Mortirolo o el Alpe D'huez, gracias a la ingesta de oxiglobin, que es un tipo de sangre para perros con anemia y actovegin un compuesto plasmático de ternera joven. Todo ello mediante prescripción facultativa del doctor Eufemiano Fuentes a quien hemos contratado en nuestra empresa dado que no parece probable que continue vinculado al mundo del deporte. Con estos productos será posible salir a entrenar sin desayunar y sin haber comido en tres días, sin merma para nuestro rendimiento.


Es decir que ponemos a disposición de nuestros clientes un tratamiento integral  para el bienestar del cuerpo. Por último confirmar que no es verdad como se ha sugerido en ciertos mentideros, que se hayan oído ladridos en las proximidades de nuestra clínica o mugidos en el gimnasio exclusivo para nuestros clientes. El efecto de nuestros tratamientos está avalado por nuestros resultados como puede dar fe Vicente Pérez, rebosante de salud, en la imagen 3D.



miércoles, 20 de febrero de 2013

Optimización del olvido




La clave está en la optimización. Al principio ocurrían problemas de todo tipo porque no estaba suficientemente desarrollada la técnica de extracción de cerebro. Para qué tenerlo si toda información, todo sentimiento, todo, podía estar distribuido en redes y núcleos de procesamiento externo a nosotros. Una vez logrado, suplantarlo fue tarea fácil. De esa forma eliminamos el dolor. Posteriormente sobraba el propio cuerpo sometido como estaba a procesos de fatiga e incomodidades variadas, porque se rompía. Así que decidimos eliminar el cuerpo y vivir como si nada hubiera pasado pero de una forma vamos a decir virtual. No había hambre, no había enfermedad, los sentimientos estaban controlados. Nunca más prozac. Era la época en que todavía se hacía necesario preservar la  individualidad ¿Para qué?  Ese fue el siguiente paso, la divergencia entre las personas seguía generando conflictos, malos entendidos, intereses bastardos. Los cerebros nos fuimos agrupando, de hecho nadie se enteró de que se iba incorporando a una ingente red que acabaría convergiendo en un único cerebro. Este cerebro.

La vida de un único cerebro se desarrolla en una tarde de domingo eterna, como eterno es  su aburrimiento, nuestro aburrimiento. Así que decidí hacer otros mundos, otras relaciones que recordaran momentos de la realidad que fue. Decidí escribir unas líneas y desvelar el secreto a unos pocos reflejos de lo que fuimos, copias de seres humanos. Después quedó el silencio y luego el olvido.


Imagen extraída de aquí

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