Esto es lo que voy a hacer el día de Nochevieja. Voy a comer pronto, como a las dos de la tarde. Me pondré el traje de carrerista con el cabezal de chandal para no pasar mucho frío y saldré, listo para emplear una tarde al más puro estilo Colin Smith. Iré hasta la boca del metro y me saltaré los tornos de entrada. Hoy no llevo billete. Una vez en el metro estaré rodeado de más carreristas que van a cumplir su cita anual con San Silvestre, la carrera anual que sirve para despedir el año.
Bajaré en Nuevos Ministerios, en la zona donde se encuentra el supermercado. Comprobaré que no hay nadie por la estantería de los refrescos y me tomaré una de esas bebidas que reconfortan antes de empezar a correr y también una chocolatina. Lo haré sin que me vean. Después me daré cuenta de que podía haberlas tomado en la salida. Las regalan. Pero no a los que no se han apuntado. Bueno, no estoy seguro.
Llegaré hasta el paseo del General Perón y de ahí al Bernabeu que es el punto de encuentro de miles de carreristas para la salida de la gran carrera. Pero yo no estoy apuntado, no llevo dorsal. No importa. A las seis y cuarto comenzaré a correr, hay mucha gente y supongo que mucha vigilancia. Es normal con la que está cayendo en reuniones multitudinarias. Es posible que no me dejen salir desde el punto habitual. En ese caso, saldré dos calles más arriba o desde la gasolinera.
Haré la distancia como pueda, no estoy entrenado para aguantar esta distancia pero diez kilómetros es algo asumible. Además son miles de carreristas. Cuando me sienta ahogado escupiré al estilo del protagonista de “La soledad del corredor de fondo” y seguiré avanzando hasta el final, arrastrando los pies o caminando. Al llegar a la altura de la junta de distrito de Vallecas, tiraré lo que tenga a mano sobre la fachada, porque no hay otra alternativa, porque me sale del cuerpo. Y subiré toda la avenida de la Albufera hasta la línea de meta, donde una vez allí y sin rebasarla me daré la vuelta y me escabulliré por el primer callejón a que encuentre, justo como Colin Smith.
De regreso a casa me volveré a colar en un metro que estará lleno hasta los topes y una vez en el barrio, volveré a entrar en un supermercado de los grandes y me tomaré una o dos cervezas junto a las estanterías, sin que me vea el guarda jurado. Allí apoyado sobre una balda y en estado de alerta me acordaré de todos los que os pasáis por este blog, para desearos un Feliz y Próspero Año Nuevo.