lunes, 17 de septiembre de 2012

Confesiones de un camarero - Steve Dublanica





Algunos de los más importantes descubrimientos bibliográficos  los he encontrado en hipermercados. Ni siquiera la existencia del libro electrónico me ha desenganchado la costumbre de saber lo que se vende en las ediciones de bolsillo. Es una manía y una necesidad no desear todo aquel libro que cueste más de diez euros. Lo último ha sido estas “Confesiones de un camarero”. Hay quien piensa que los libros eligen a sus lectores.

Estas confesiones tienen su origen en un blog, “The Waiter”, donde de forma anónima Steve Dublanica contaba el día a día como maitre de un restaurante de lujo. Según estimaciones del autor la mayoría de los clientes que van a un restaurante lo hacen para que les den de comer. El resto son psicópatas. El blog era anónimo porque trata mayormente de estos últimos. También sale Russell Crowe. El autor consideró con buen criterio que era mejor que ni la dirección ni los clientes supiesen su nombre.

En el libro se habla sobre las cosas cotidianas de un restaurante desde la perspectiva del camarero. En un restaurante está la realidad vista desde el punto de vista del camarero y la del cliente. Del que mira y del que es mirado. Lo normal es conocer el punto de vista del cliente. Al terminar de leer este libro sabemos algo más del otro lado.

Nos enteramos de las relaciones con los compañeros, de las tiranteces con el personal de cocina y sobre todo se habla de las relaciones con los clientes, que son clasificados por la propina que dejan.

Las propinas son la consecuencia en la que piensa todo camarero de Nueva York. Su carácter, maneras, indumentaria y hasta la forma de caminar van en dirigidas a rentabilizar el servicio por cada mesa. Se sabe que el cincuenta por ciento de la clientela deja una cantidad constante, se les trate bien o mal, en torno al quince por ciento. Un camarero es de primera fila cuando el ochenta por ciento de los clientes deja el quince por ciento del coste de la factura en propinas. Se da por supuesto que el protagonista de la historia ha estado cerca o incluso ha llegado a ese ochenta.

Es un libro escrito con cariño, con diálogos ingeniosos y mordaces y con conocimiento de lo que cuenta. No hay motivo de impostura habiendo una buena propina de por medio.

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