lunes, 22 de octubre de 2012

Estética de la desolación. Amanda Todd y Francesca Woodman





Nos hemos enterado de la desgraciada historia de Amanda Todd, de su acoso en el colegio, a través de internet y de su suicidio. Tenía quince años y llevaba más de dos sometida a una presión intolerable. Debo decir que este tipo de casos suelen ser excepcionales y su propia excepcionalidad capta nuestra atención. El acoso a que fue sometida y su imposibilidad de salir pone en situación las costuras de esta sociedad, donde demasiadas veces falla la educación, la justicia, la familia o las personas que rodean a la víctima. Su estado emocional no fue lo suficientemente fuerte como para soportarlo. Es tremendo pero afortunadamente es muy raro. Es todavía más extraño si pensamos que Vancouver es una ciudad que tradicionalmente sale entre las  más valoradas para vivir y donde se supone que la gente tiene un alto nivel de civilización.  Pero el mal existe. A veces la causa de eso tan abstracto llamado mal está en asuntos prosaicos como la envidia o la ambición. Para el que lo padece no importan las causas, únicamente el sufrimiento.

Pero además, este horror viene acompañado de un vídeo rodado un mes antes de su suicidio en el que explica su situación y presagia un desenlace inquietante. Rodado en blanco y negro, su rostro aparece al fondo de la imagen entre una penumbra que hace difícil distinguir su rostro. La historia está escrita en cuartillas, en cada una de las cuales expone su situación, su estado de ánimo desesperado, su horror existencial. Representa un grito de auxilio. También la presencia de este vídeo contribuye a la excepcionalidad de la situación y a una particular estética de la desolación.  El vídeo me recordó a otra persona.

Francesca Woodman fue una fotógrafa neoyorkina conocida por sus fotografías en blanco y negro donde aparecía en habitaciones ruinosas o desvencijadas. Se emplazaban en fábricas o edificios abandonadas. En sus imágenes aparecía ella normalmente sola, muchas veces desnuda, donde tan importante como la figura humana eran los desconchados de las paredes o los objetos domésticos rotos que ya habían perdido el sentido que un día tuvieron. Me  pareció que Woodman era el reflejo de todas roturas o deterioros que aparecían en sus fotografías. Era muy joven cuando las hizo, alrededor de los 18 años. Se suicidó con 23.

El vídeo de Todd me ha llevado a Woodman en su soledad, a su desgarro por ese grito sordo que  presagia el desastre.


2 comentarios:

Doris Rosal dijo...

Gracias por hacer público este caso ... necesitamos parar todo esto y que mejor que darlo a conocer en nuestros respectivos blog's para concientizar a los demás

José Antonio del Pozo dijo...

sigo ya también yo tu excelente blog.
saludos blogueros

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