domingo, 13 de enero de 2013

Los sonidos y el caos





Luciano escuchó música desde niño. Sus padres tenían predilección por Bach y en general por el barroco. A medida que fue cumpliendo años siguió por los románticos y por todos los demás. En el instituto se sentía un bicho raro dado que sus gustos musicales no coincidían con los de ningún compañero. Tampoco con los de ningún profesor. No le importó. Inquieto por naturaleza quiso escuchar lo que estaba de moda y aunque en general le parecía pueril o sencillamente aburrido, de vez en cuando hacía alguna concesión cuando se trataba de hacer coincidir los gustos con los de alguna chica. Más adelante cuando la llama del deseo o del amor se apagaba, volvía a terrenos conocidos. 

Con los años siguió probando géneros, se habituó al jazz y a fumar los sábados en algún garito y en casa. Pensó que hay determinados sonidos que se comprenden mejor con un trago en la mano y un cigarro en la otra. Quién no se ha sentido atraído por la estética del cine negro. Los siguientes pasos lo llevaron hacia las vanguardias, hacia la música dodecafónica o hacia el free de Art Pepper. Decidió no hacer concesiones. Después de alguna reunión, se solía oir:

- Joder al Luciano cómo se le está quedando la cabeza.

Anduvo leyendo las teóricas musicales o pictóricas del siglo XX que según decía estaban unidas a la trascendencia y al ascetismo no exento de religiosidad, él que era más ateo que el Lagarto Juancho. En la pandilla había una cierta preocupación. Algunos creían que estaba llegando a un camino sin retorno. Y sin embargo continuó por los caminos donde las músicas eran menos música y la lógica parecía desaparecer. Comenzó a dar sentido a todo lo que sonaba;  al viento, a la tormenta, al pisar por la arena. Había trascendido la lógica de la propia música. El desconcierto de los amigos era extraordinario. Daba la impresión que todo lo que era capaz de escuchar era dotado de un sentido, estético, racional, emocional.

Siguió prospectando en el ruido de las calles, de los coches, en la aleatoriedad de la ciudad. Hasta que llegó el muro insalvable. Un día intentó encontrar sentido musical, tonal, conceptual a la conversación de un programa de televisión donde se debatían la vida privada de personas famosas, eso que se llaman “programas de corazón”. Llegó la pesadumbre, el ruido. Vio noticiarios, y en general a pesar de las mentiras y las atrocidades tenían una cierta cadencia o un cierto ritmo. También los documentales, incluso las películas aunque estuvieran dobladas.

En ningún caso las broncas y el pisar la palabra de los programas del corazón. Pensó que esa era la única cosa en el mundo que se le podía resistir, que había llegado a un punto donde era difícil avanzar. Sentía la proximidad del caos. Atravesó una crisis. Se mentalizó “hay cosas que te superan”. Mantuvo la costumbre de escucharlo todo, como un entomólogo sonoro. El derrumbe definitivo vino un Domingo por la noche, después de que la jornada futbolera hubiera terminado. Se puso a escuchar el programa que analizaba los partidos de la jornada enfrentando las opiniones de seis supuestos expertos en el tema. Seres vociferantes, rabiosos, broncos, molestos. Luciano con toda una arquitectura sonora en la cabeza era incapaz de encontrar algo parecido a un orden. 

Desde ese día guardó silencio, se metió en la cama y decidió no salir. Había escuchado todo lo que podía tolerar.

16 comentarios:

silvo dijo...

Es que la sonoridad de esos seis vociferantes, que se pisan unos a otros, es muy difícil de asimilar, tal vez precisara un separador de voces para ver si con pistas individuales se pudiera llegar a una "armonía", aunque me temo que no, saludos

Isabel Martínez Barquero dijo...

No me extraña que optara por el más riguroso de los silencios tras la "tronería" de los comentaristas de fútbol. Para los no habituados, ese jaleo acelerado de voces es un auténtico suplicio, y más para alguien que se educó el oído con Bach.
Un abrazo.

Manuel dijo...

Bonito y sonoro relato. Me recuerda a un corto que puse recientemente a mis alumnos de Cultura Audiovisual.
El Silencio perfecto:
<http://www.youtube.com/watch?v=Zyq_vaCyofY

Saludos desde
Ínsula Dulcamara

Patzy dijo...

Hasta el fútbol...venía casi "empatada" con las experiencias de Luciano...a los relatos futboleros, los pasé de largo! je! Será por eso que me sigo levantando todos los días? Ergo: señores, menos fútbol, y más disfrute musical!
Excelente relato!!! Un abrazooo, Jaal!

Verónica O.M. dijo...

Se entiende, qué alguien tan extraordinario no pueda con este mundo tan loco que muchos van potenciando.
Un abrazo, buen domingo

Juan Ignacio dijo...

A mí, Anastasia Skolkova, me gusta, se expresa bien.

Un abrazo.

Mirella S. dijo...

Qué buen relato, Jaal. Me atrapó el "crescendo" que le imprimiste a la forma como se iba desorganizando la mente de Luciano en su obsesión por encontrar música, ritmo en todo lo que oía.
Un abrazo

Pluvisca dijo...

Pobrecillo, si es que hizo lo más inteligente...refugiarse en el silencio...

me encantó el relato

Besos

Anónimo dijo...

Incluso pulsando el boton de 'mute' las imágenes de esos programas son cacofonías, se oyen los berridos con el gesticular de sus brazos y el latir de sus venas en la frente. Todo un espectáculo grotesco para oídos y ojos acostumbrados a la belleza.

Un abrazo.

Arturo dijo...

Jaal:
Es una historia muy buena.
Luciano, más que la música en sí misma, disfrutaba con la composición matemática de los temas, o de los ruidos.
Todo tiene su explicación armónica, desde el ronronear de un motor hasta el toque de una bocina.
El amaneramiento e impostación del hablar de los culebrones, o de los presentadores de notidiarios, seguían esa lógica.
Pero, el hablar y gritar de los comentaristas deportivos eran un caos y por ello, indescifrables. Pobre diablo...
Me gustó la manera de criticar a esos mendaces.
Un gran abrazo.

Nieves Martín dijo...

Un relato que da para pensar porque en estos días que lo que prima es la algarabía, o tienes buen oído o no entiendes nada... o eso sí!
Desconectas, una solución drástica pero eficaz.


Saludos :)

Unknown dijo...

!!Hola,jaal!!

Hacemos tanto ruido q no oímos lo q la belleza del mundo tiene o intenta decirnos.

Magnifico post,reflexionando porque gritar para hacernos oír.

Muchísimos besitos,jaal.

Rafa Hernández dijo...

Buen post compañero. Ese es el problema que tenemos muchos, que a veces nuestro propio algarabío y ruido no nos deja escuchar, y debemos refugiarnos en el silencio: más cuando se trata de personas que les gusta del buen ambiente y tranquilidad.

Saludos jaal.

Aristos Veyrud dijo...

La monotonía no tiene música y si es mental menos ja ja ja.
Abrazos!!!

sabores compartidos dijo...

No me extraña que el pobre decidiera no volver a salir de su mundo para ver a esos seres vergonzosos enfrascados en una "armoniosa" y culturizante" conversación.
un abrazote

Félix Amador dijo...

Paradójico que esta época sistematizada, computarizada y en la que todos somos números el caos sea tan visible, en los comportamientos, en los gustos, en la permisividad con los actos obscenos de la televisión para masas.

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