martes, 13 de noviembre de 2012

Yacimiento de Ambrona y los mamuts





Palaeoloxodon_antiquus

No hay mamuts en Ambrona, son elefantes. Llevaba muchos años viendo el cartel que indicaba el desvío del pueblo desde Medinaceli. Ambrona es conocido por ser un yacimiento arqueológico donde se pueden ver restos de elefantes del Paleolítico Inferior, es decir de hace más de 400.000 años. Mucho tiempo. Es una tarde otoñal del mes de Noviembre, está nublado pero no hace frío, sin embargo se percibe humedad de la lluvia caída durante los días pasados.

La excavación está a las afueras del pueblo. El horario de atención a los visitantes por la tarde es de cuatro a seis. Llegamos a las cinco, así que teníamos tiempo de sobra. El yacimiento está compuesto por dos edificios y un elefante de plástico a escala natural que sirve para tomar conciencia del lugar donde estamos. Por estas latitudes sorprende ver un elefante en una ladera, pero tampoco demasiado, en otras partes de la provincia de Soria se pueden ver dinosaurios. O sea que tampoco es una cosa fuera de lo común. 

Dejamos el coche en el aparcamiento donde había otro en una esquina. Pensamos que sería del guarda o del guía. El paraje es completamente inhóspito con unas montañas en los alrededores que sirven para romper la monotonía del paisaje y en cuya cima se encuentran algunos molinos de viento de última generación. Dejamos el coche y entramos en el museo donde detrás de un mínimo mostrador nos atiende un señor que nos cobra cuarenta céntimos por persona y después de preguntarle, y como si les costara decir palabra, nos dice lo que se puede ver. En la primera casa vimos unas vitrinas con huesos, perdón restos, acompañados de unos esquemas explicativos que te zambullen en un montón de información que no se puede asimilar así, de golpe. Mientras caminábamos hacia la siguiente estancia, me parecía completamente absurdo estar en un paraje casi abandonado viendo algo donde el supuesto guía no tenía ningún interés en enseñar. Sería por aburrimiento o por apatía o porque sencillamente el señor era así. Áspero, de unos cuarenta años, con un ligera pronunciación  líquida de las erres y sin ningún ánimo por hacer agradable la visita. 

Pasamos a la nave donde se encuentra la joya de la corona de Ambrona, la colección de huesos de tres elefantes que permanecen en el lugar que los encontraron. Esa es la novedad y el hallazgo, dejar los huesos donde los encontraron para que los curiosos visiten el paraje y los alrededores. Y la verdad es que resulta curioso encontrarse en plena meseta con unos colmillazos que remiten a otras latitudes y otros tiempos. Porque lo cierto es que los animales debían ser verdaderamente grandes, más que los que existen en la actualidad. Pudimos sacarle a duras penas unas palabras a nuestro guía para intentar saber  algo más del entorno, hasta que comprendimos que aquello no daba para más. Que este guía no tenía más pases, que la faena había terminado. Pensándolo mejor, quiénes éramos nosotros para importunar tan gran soledad. Y no deja de ser curiosa la paradoja de que a alguien se le ocurriera la idea de que la gente venga de lejos a esta tierra, para que una vez en el lugar se produzca una fuerza igual pero en sentido contrario que te permita no salir, huir de la excavación. Y volver cuando se produzca un cambio, vamos a decir, de.... Mamut.


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